Delia en el espejo

Taller de escritura: Borges & Cortázar.

*Por Gaby Flores

Delia se miró en el espejo una vez más, volvió a corregir la forma en que el sombrero negro caía sobre su frente y contrastaba con su pelo rubio, sonrió levemente al recordar cuando Rolo le compró el sombrero, para continuar su duelo por Héctor.

Mario, el aparentemente dulce Mario, la esperaba. Notaba en sus ojos la desconfianza, alimentada quizá por los chismes del barrio. No alcanzaba a comprender el interés que demostraba por ella, pero aún así, le gustaban los paseos y como él complacía sus caprichos.

Le daba a probar los bombones, que elaboraba con esmero y esperaba ansiosa ver la cara de Mario al probarlos, le producía un éxtasis indescriptible verlo paladear cada sabor, buscar los detallas. La estimulaba a seguir probando sabores y gustos, al parecer el compartía ese momento de placer y lo disfrutaba también.

Aquella noche, había preparado un bombón especial, más complejo y con sabores más delicados que los anteriores, esperaba que Mario pudiera apreciar aquella pequeña maravilla de chocolate.

Lo notaba raro, más errático que otras veces, le esquivaba la mirada.

Mario se acercó a ella, y ella fingió estar distraída mirando por la ventana, apreciando esa noche de luna.

Le extendió el bombón, el lo tomó con los dedos y la miró con desprecio.

Otra vez, otra vez la misma situación, otro novio más que perdía, lo entendió cuando vio la mirada extraviada y demoníaca de Mario, que con una mano apretaba el bombón y con la otra apretaba su cuello para ahorcarla. Comenzó a llorar, recordaba a Héctor y a Rolo, y a pesar del paso del tiempo, seguía sin comprender.

Los había amado y ellos tambien después de ponerse furiosos una noche, habían desaparecido.

El pobre Rolo en su huida había caído en el zaguán y había muerto ahí, en sus brazos, Héctor en su alocada carrera se había caído de un puente y ahora Mario dejaba de ahorcarla para huir también.

Cuánto hubiera querido Delia que finalmente la matara, que la liberara al fin con la muerte de la horrible soledad de la casa, de sus padres, de los bombones.