Taller de escritura: Borges & Cortázar.
*Por Rosario Frers
Afuera el caos, pero entre sus manos está el orden, el plan, la precisión.
Su dedo índice hace de yugo para esclavizar al débil que se retuerce con sus patas bajo el peso de su poder.
Con la mano derecha acerca la pinza a ese cuerpo que corre bajo su yema sin llegar a ningún lado y plac una pata menos y plac, plac, tres patas menos y ¿cuántas patas le quedan ahora al cienpiés?
El corazón de la mariposa está en su abdomen, las lombrices tienen diez corazones que explotan muy fácil y las medusas no tienen corazón, pero sienten el dolor igual que todos.
Poco a poco estas cosas dejaron de ser suficientes, y así descubrió que el corazón de un conejo mide tres centímetros, no tan distinto al de una gallina, pero el conejo no chilla tanto cuando se siente morir.
El salto a Rolo fue intoxicante, pero salió mal. Nunca quiso que todo fuera tan rápido, y no contaba con un corazón que venía roto desde antes. No le gustó tanto el crac del cráneo contra el escalón.
Con Héctor se tomó su tiempo y casi que llegó a quererlo un poco, hasta que notó que sus venas eran azules, y las ganas de verlas abultadas la llevó a ver cuánto resiste un hombre sin aire antes de morir.
El pueblo le estaba quedando chico. Pronto debía encontrar la forma de marcharse. Pero tenía que solucionar el tema de sus padres antes de poder partir.