Nunca más la misma

*Por Daniela Castro @contandohistorias.ar

Subida a este tren que se supone me regresa a casa me siento encendida. La misión terminó pero como una fogata recién apagada aún calcinante mi corazón no se deja apagar. El reloj me dice que en algo así como 22 horas estaremos dejando estás vías, arribando a capital y subiéndonos a un auto para por fin llegar mañana a casa. Tengo la extraña sensación de que no llegaré nunca. Que una parte de mi se ha quedado en aquel monte dispuesta a vivir sin casi nada, agradeciendo a Dios por unas míseras gotas de lluvia al año, por la extraña casi muerta naturaleza que habita en ese rincón de Santiago del Estero.

La despedida dejó en mí un sabor amargo, porque decir hasta siempre fue afrontar que seguramente ya no volveremos a cruzarnos. Que no volveré a ver a esas personas pero que mi vida ya nunca más será la misma.